Casa de las Artes Rural de La Cantera (historia completa)

La Cantera 1951, Coquimbo.

En abril de 1908, un decreto supremo del Ministerio de Instrucción Pública nombra, en calidad de interina, como “preceptora de la Escuela N° 17 Elemental Mixta rural de Coquimbo, a Lucila Godoy Alcayaga, actual ayudante del Liceo de Niñas de Coquimbo”. Es decir, luego de un azaroso año y renuncia en este último establecimiento serenense, la joven maestra es destinada a una “escuelita que estaba detrás de unas dunas”, en La Cantera, muy cerca del puerto de Coquimbo.

Cuenta la misma Gabriela Mistral: “A los 19 años de edad viví en La Cantera. La aldea comprendía tres haciendas. Una de ellas era de una familia Alcayaga, pariente de mi madre. Aunque ausentistas, vivían en el pueblecito unos meses de vacaciones. Les hablé más de una vez de mis niños, casi todos descalzos y llevando una ropa que se les caía de usada. Nunca respondieron a eso; tampoco me ayudaron con facilidades para la escuela nocturna gratuita que yo me inventé y que tenía más asistencia que la diurna. Y cuando vino el caso de que el hijo de la familia, un tipo vicioso y cínico, dejó embarazada a una alumna y con nada protegieron a la pobre muchacha, los padres del seductor se desentendieron absolutamente del ‘caso’. La vida rural chilena de ese tiempo era invivible para cualquier maestra graduada. Yo era maestra interina, y de este modo se doblaba para mí el complejo del desdén absoluto con que los llamados visitadores miraban hacia las escuelas y las enseñantes del campo. Vi y probé la absoluta indiferencia de los hacendados locales hacia el maestro. Vi un desdén absoluto, por un necio sentido de clase en esos pueblecitos. La suerte de la escuela no les importaba nada, y las dificultades de vida del maestro o la maestra menos aún”.

Pero el fervor vocacional de maestra y su fuerte pasión de enseñanza pudo bien superar la indiferencia de los hacendados. El tiempo de un año que estuvo en La Cantera fue, en ella, un tiempo también de cierto gozo de vivir y de educar en medio del cariño que recibía de las gentes cercanas. Aunque ya no estaba con su madre (doña Petita y su hermana Emelina estaban en Altovalsol), La Cantera fue de aquellas aldeas “en que yo viví más acompañada”, dice Gabriela Mistral. La cuidaba una “sirvienta buena, de las preciosas criadas nuestras, y los niños, los hombres y los viejos de mi escuela nocturna me hicieron la vida. Me traían un caballo cada domingo para que yo paseara. Me llevaban una especie de diezmo escolar en camotes, en pepinos, en melones, en papas. Ha sido mi mayor contacto con los campesinos después del mayor del valle de Elqui”.

En La Cantera, un caserío situado entre Coquimbo y La Serena, no muy lejos del mar, Gabriela Mistral habría vivido en la misma casa-escuela, casa de adobes, propia de las construcciones rurales de la zona, sin mayores comodidades, pero desde cuyo ancho patio era posible divisar la extensa costa. Dice el profesor Rolando Manzano (Gabriela en Coquimbo): “De los espacios de La Cantera vinculados a su estadía no se conserva nada actualmente, ni siquiera hay claridad respecto del lugar donde estaba situada la escuela de aquellos años iniciales del siglo XX”.

Además de su labor cotidiana de maestra, dos sucesos importantes en la vida emocional y literaria ocurrirán en Gabriela Mistral durante aquellos meses de permanencia en La Cantera ese año de 1908: su relación-romance con un joven empleado ferroviario llamado Romelio Ureta Carvajal (fallecido el 25 de noviembre de 1909) y el usar, por vez primera, el seudónimo o nombre literario de Gabriela Mistral en uno de sus escritos poéticos publicado en un periódico de la región.

De Romelio Ureta, y recordando el sentimental suceso con el joven coquimbano, contará años después: “Nos pusimos de novios, pero él no tenía dinero para tomar mujer. Un día me dijo que se iba al norte a buscar trabajo en las minas para hacer dinero y regresar a buscarme para que nos casáramos. Aquella promesa constituye el recuerdo más dulce que tengo de él.  Pero volvió al poco tiempo sin nada. Luego se enredó con una muchacha perteneciente a una familia que tenía humos de grandeza, y lo hizo llevar una vida cuyo tren él no podía seguir. Dejamos de vernos y de escribirnos”.

A su vez, y literariamente, en La Cantera escribe para “El Coquimbo” el poema titulado Del pasado, que el periódico serenense publica el 23 de julio de 1908 con la firma de Gabriela Mistral. Y con unas semanas de anticipación, un periódico de Ovalle, “La Constitución”, publicaba el 10 de junio de 1908, con la firma de Gabriela Mistral, el poema Rimas (No he muerto aún para que así me olvide / tu ingrato corazón; / a pesar de mis hondos sufrimientos / tengo vida hasta hoy).

Esta o aquella fecha de publicación vienen a dar nombre y firma y origen bautismal a un seudónimo que será universal: Gabriela Mistral.

Mientras permanece en La Cantera, una antología de Literatura Coquimbana (1908), preparada por Luis Carlos Soto Ayala, selecciona en sus páginas las prosas poéticas Ensoñaciones, Junto al mar, Carta íntima, escritas por Gabriela Mistral, “la inteligente prosista cuya pluma de oro se moja en ambrosía”.

La Cantera sería en Gabriela Mistral un vivir viviendo creadoramente, así sea en su cotidiano oficio de su escuela diurna o nocturna (“cuando yo, la gran pobre, andaba pedagogizada a más y mejor”); así sea en su cotidiano placer de escribir y de servir.

EN LA ACTUALIDAD:

El inmueble en donde Gabriela Mistral ejerció ya no existe, mientras que la antigua aldea de La Cantera es ahora parte del núcleo urbano de Coquimbo. No obstante, en las proximidades de donde se cree estuvo la escuela original se rescató un establecimiento construido tiempo después, siendo restaurada y convertida en la Casa de las Artes Rural de La Cantera.

Dependiente de la Municipalidad de Coquimbo, ofrece variadas actividades culturales y talleres a lo largo de todo el año, contando también con una pequeña biblioteca para la vecindad.